Recordé la turgencia de tus pechos, manantial de dulce leche.
Las miradas conectadas...
La satisfacción del ansia ahogada por el calor del corazón.
Recordé el perfume de tus sábanas y el abrazo de algodón.
Las manos entrelazadas...
El regocijo por la fortuna de saberme perceptora de tu amor.
Eva Hernández
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