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viernes, 25 de enero de 2013

Rastas en el pelo,
un piercing en la nariz.
La guitarra en la espalda,
con paso ligero
se dirige al metro de Madrid.

En su rincón de siempre
se dispone a tocar.
Tiene su sitio...
por el que tuvo que pelear.

Son muchos los que intentan sobrevivir...
Comer para vivir y
tocar por necesidad...
Aunque no hay nada en el mundo
que le haga más feliz.

La guitarra cobra vida
en cuanto sus manos
la comienzan a acariciar.
Entre carrera y carrera
siempre hay quién
se para a escuchar.

Toca como nadie
pero su aspecto...
no invita a confiar.
(Piensan todos esos
que su pobre cabeza
no da para más.)
Eso a él no le importa
si unas monedas
le han de soltar...

Sólo hay alguien
que le hace suspirar
Cada día, a la cinco y diez
baja del tren número tres.
Libro en mano,
mirada desafiante
y una sonrisa...
que le hace enloquecer.

Una sonrisa ...
que cada tarde
le dedica... a él.
Durante cinco minutos
no hay nadie más en el andén...
Ella, la guitarra... y él.

Después...
Un canción tras otra
y sí ha habido suerte,
algo para 
comer...

Eva Hernández


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